Agradecer, agradecer, agradecer.

Hay que agradecer a las circunstancias, las confabulaciones, los misterios, los milagros, las serendipias, las conexiones, las casualidades, la vida misma... a la eternidad misma.

Terminando de aprender que "la paz sea contigo" en un cuarto de silencio he comprendido que es menester agradecer todo, constante y serenamente. Cuando no hay con quién charlar... con quien compartir, cualquier palabra que derrepente aparezca debe ser agradecida sin remedio ante el mayor júbilo y desahogo, la gratitud... A pesar de lo mal que vaya el mundo, de lo injusto, de lo imposible, de lo insensato, insano, cruel... uno es efímero y humano, frágil, lleno de debilidades y torpezas.

¡Cuánto no añoro un minúsculo reflejo del gris ayer que de un abrazo a un futuro azul para hacer todo naranja mi día! La blancura rojiza de mi piel con acabados amarillos y marrones me dice que no será así. Que es mejor estar en gratitud... con la simultaneidad de la vida de los demás, los apartados, solitarios y cobardes ausentes debemos honra a la gratitud de lo feliz o emotivo.

No hacen falta más faltas o errores. No hace falta mas que agradecer.