No merezco nada.
Ni siquiera consideración al arrebato último de la ausencia.
Bienaventurados los que quieren porque mantener y cosechar es un trabajo arduo que los cobardes no tendremos de vuelta.
Dejar ir, estar apartado y entumido en el silencio es un deber.
Una ráfaga brillante de lucidez.

No merezco sonreír.
Lujo de les cofradías de edecanes y princesitas.
He visto llorar al mundo que entre esperanzas no me ve llorar a mí.
He visto escoger mentiras y mantener a la deriva sentimientos que ya muy tarde jamás comprendí.

Vuelta las hojas, los ojos nublados y las piernas temblando... Sentir de lejos las sonrisas del ayer. La culpa, la frustración, el miedo y la oscuridad. Crecer despacio hasta árbol seco, anonadado por el espíritu que nunca sirvió.