Hablo con mis retablos, cuadernos y celuloides. Aun soy fiel a lo que atiborra mi alma: No decir mentiras, no fallar nunca a lo que me hace bien y no traicionar las premisas de la paz.

Hablo con los dedos que tocarían acordes si el tiempo los detuviera, o buscarían el calor de las que aún soñé, de las que aún perennef, desembarqué en los ríos del olvido.

Y de muertes cortas, sí, como la cayena del caribe o las fiebres de selva negra. No puedo lidiar con las pretensiones de los alientos más cercanos, de los que cabalgan con el brío que me hace falta o que anidan en las noches cercanas a ti los deseos fútiles que de pronto no pude pervertir. Celos.



Me lo dijeron cuando dormía de frente al cielo, para que no explora seco o gigante, para que me sintiera miserable entre la luz de los cristales líquidos que salían de mis ojos color sol. Llegaste para irte sintiendo, y no se correr en bicicletas para remontar las cosas que nadan ya lejos de tu adiós pequeño.

Fino lino de pino simio... nombres de estrellas suicidas. Nombres de mis luchas ya casi perdidas. Nombres de no verte aquí.