Como los bosques de pino,
o las monedas de la máquina de sorpresas,
le quiero menos que dos, a un uno, a un millón...

Como los cuadritos grises que burbujean
al explotar los ojos recordándolo...
o como la silueta de mi mano a la estrella
temiendo alcanzarla de mucho tiempo, fatigado.

Le quiero si se mueve y me bromea,
si vendrá en cohete bien liviano,
como las cosas, que de hace semanas vuelan
estropeando el viento, sonriendo y delirando.

Como a sus dedos y su pelo de jengibre,
o quizá como esas cosas que desprende al ir saltando
porque del resto de la vida que fue y quise
no puedo ahora ver esto y no sentir que es toda ella condensado.