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Porque una puerta es una entrada para ser feliz... y a veces la salida para que la tristeza y su bruma se hagan al dejarla entre abierta al partir.
Cuando después de las risas, las palabritas de más y las bromas, quedan silencios en la orilla del mar, miradas serenas, sueños de carretera o un beso de buenas noches, aquella puerta de la felicidad se congela en ventana. La luz atraviesa apenada y deja ver el pasado que existió y la vida que allí en la distancia queda.
Ventanas, puertas... palabras. Tú, tocarte, besos, el aroma al abrazarte, sal del mar, rosada piel lastima de relieves tenues y suavecitos; el cuarto... actos.
Pensar que duermes, respiras, cierras los ojos y abrazas una almohada imaginada de libros y flores es calmar con dulzura las olas de mi cama, de revolverme, de sentir que todo es un sueño insobornable; es el camino diáfano para ir quedando en el limbo, escuchándote y revelándome, corriendo tras un reloj del viento en la colina blanca de páginas dibujadas.
Porque una puerta es una entrada para ser feliz... y a veces la salida para que la tristeza y su bruma se hagan al dejarla entre abierta al partir.
Cuando después de las risas, las palabritas de más y las bromas, quedan silencios en la orilla del mar, miradas serenas, sueños de carretera o un beso de buenas noches, aquella puerta de la felicidad se congela en ventana. La luz atraviesa apenada y deja ver el pasado que existió y la vida que allí en la distancia queda.
Ventanas, puertas... palabras. Tú, tocarte, besos, el aroma al abrazarte, sal del mar, rosada piel lastima de relieves tenues y suavecitos; el cuarto... actos.
Pensar que duermes, respiras, cierras los ojos y abrazas una almohada imaginada de libros y flores es calmar con dulzura las olas de mi cama, de revolverme, de sentir que todo es un sueño insobornable; es el camino diáfano para ir quedando en el limbo, escuchándote y revelándome, corriendo tras un reloj del viento en la colina blanca de páginas dibujadas.