Bajando una escalera, en el olvido del desván, encontré la única luz encendida; parpadeaba a lo lejos, como de ojos rojos y de fauces diminutas.
Entre mi respiro todo estuvo en silencio. Excepto el acribillar de los ortopedistas caídos.
Sentirse normal de nuevo después de caer por las escaleras, de huir a los sueños, en un mundo que ni los quiere ni los intenta necesitar, duele.
Duele porque se debe estar, nos necesitan por estar... 9000 días casi, el mundo acaba quemándose por circuitos de lo que no fue ni será.
Entre mi respiro todo estuvo en silencio. Excepto el acribillar de los ortopedistas caídos.
Sentirse normal de nuevo después de caer por las escaleras, de huir a los sueños, en un mundo que ni los quiere ni los intenta necesitar, duele.
Duele porque se debe estar, nos necesitan por estar... 9000 días casi, el mundo acaba quemándose por circuitos de lo que no fue ni será.