Soy un tonto. La madurez con la que pienso que hago las cosas, como el escribir este post por ejemplo, es temporal, cambiante, subjetiva y reversible.
Recuerdo haber escrito casi todas las cosas que soy en mi vida sin el mayor grado de perplejidad por lo que a futuro esto significaría, un recuento de cosas en borrador, masificando su inutilidad y vislumbrando el aire denso de la exaltación futura... no, no es así, eso es tonto.
Sí debo reconocer, mantener y forjar constantemente es la búsqueda de lo apacible, positivo, infantil y puro. Lo demás es susceptible a desprecios; banalidades que el tiempo borra en blanco para colorear con mayor firmeza.
Todos tenemos Hechos. Cosas que mantener, estoicas maneras de marcar diferencia... pero ¿Qué sería del mundo sin el dar medio paso a esas cosas y mirarlas desde una perspectiva diferente?
Anoche mientras me estrellaba de nuevo con la realidad de una madurez que, quizá no invento, que aún desconozco y que me hace llorar, recuerdo que las cosas deben mutar y mejorar. Por algo el aprendizaje es infinito.
Dejar a merced la vida que se te supone valiosa, la tuya, a merced de corrientes eternas, de heladas congelantes, ... que sea tan pública como tus carnes, cae en lo trivial, redundante y superficial.
Si alguna vez escribo sobre un recuento cuasi resumen de mis datos, así sean inútiles, no serán una remembranza de lo que alguna vez dejé de contar y no pude, pues eso hago aquí, ahora mismo inclusive, no... serán la marquilla del libro que me recuerda como me fui formando, creciendo y, de paso, cerciorando de no dejar de perder los segundos que de vez en vez se van restando.
Recuerdo haber escrito casi todas las cosas que soy en mi vida sin el mayor grado de perplejidad por lo que a futuro esto significaría, un recuento de cosas en borrador, masificando su inutilidad y vislumbrando el aire denso de la exaltación futura... no, no es así, eso es tonto.
Sí debo reconocer, mantener y forjar constantemente es la búsqueda de lo apacible, positivo, infantil y puro. Lo demás es susceptible a desprecios; banalidades que el tiempo borra en blanco para colorear con mayor firmeza.
Todos tenemos Hechos. Cosas que mantener, estoicas maneras de marcar diferencia... pero ¿Qué sería del mundo sin el dar medio paso a esas cosas y mirarlas desde una perspectiva diferente?
Anoche mientras me estrellaba de nuevo con la realidad de una madurez que, quizá no invento, que aún desconozco y que me hace llorar, recuerdo que las cosas deben mutar y mejorar. Por algo el aprendizaje es infinito.
Dejar a merced la vida que se te supone valiosa, la tuya, a merced de corrientes eternas, de heladas congelantes, ... que sea tan pública como tus carnes, cae en lo trivial, redundante y superficial.
Si alguna vez escribo sobre un recuento cuasi resumen de mis datos, así sean inútiles, no serán una remembranza de lo que alguna vez dejé de contar y no pude, pues eso hago aquí, ahora mismo inclusive, no... serán la marquilla del libro que me recuerda como me fui formando, creciendo y, de paso, cerciorando de no dejar de perder los segundos que de vez en vez se van restando.