Eso es lo único que se puede sentir por quien te lastima. Eso siento.
Mi vida ha sido una montaña rusa como las de todos, porque hasta las más tranquilas tienen esa zozobra de ir en bajada o en una subida perpetua... o en la absorta y ahogante luminosidad que espera por alguna de ellas.
Las cosas más bonitas, felices y tranquilas fueron. Por eso quiero congelar hasta un par de pasos más mi felicidad eterna y recordarla. Aunque las piernas tiemblen, los brazos se adormezcan y las lagrimas intenten llegar. Porque, si bien uno siempre espera que estas estén, espera más que hayan estado aunque fuesen un segundo para no tener más que pedirle a la vida, ni más que pedirle a la ganas.
La lástima que se siente por quienes mucho te han dado, te dan y te darán, porque la vida lo quiere además así, no se combina con el amor, la gratitud y las sonrisas. Es el punto de amor, gratitud y sonrisas, junto a la tristeza implícita del lastimar, lo que hace que se sienta ese sentimiento, pero no se olvida lo uno de lo otro, ni se mezclan para hallar puntos intermedios.
La lástima del lastimar me quita las ganas de vivir. Le quita la fuerza a mis decisiones. Si te lastima quien te estima, el trance de no saber qué hacer con lo que has planeado, más que al desespero te lleva a la desdicha y a los sentimientos grises.
Quiero sentirme así. Ya qué más da. Hasta el cariño de un animal me basta para respirar, no se puede querer mucho cuando todo lo que vendrá lo hará impuro. Quizás es por eso mismo que los prefijos in y a empiezan a rondar entre las frustraciones y las mentes contaminadas.
La lástima mayor es dejar con eso que lastima planes pendientes, bajar más las revoluciones, y descompensar lo que eso pueda mal influir en lo dicho y esperado. Aún quedan días por venir, y ultimar aquello que me ha hecho sentir vivo.
Mi vida ha sido una montaña rusa como las de todos, porque hasta las más tranquilas tienen esa zozobra de ir en bajada o en una subida perpetua... o en la absorta y ahogante luminosidad que espera por alguna de ellas.
Las cosas más bonitas, felices y tranquilas fueron. Por eso quiero congelar hasta un par de pasos más mi felicidad eterna y recordarla. Aunque las piernas tiemblen, los brazos se adormezcan y las lagrimas intenten llegar. Porque, si bien uno siempre espera que estas estén, espera más que hayan estado aunque fuesen un segundo para no tener más que pedirle a la vida, ni más que pedirle a la ganas.
La lástima que se siente por quienes mucho te han dado, te dan y te darán, porque la vida lo quiere además así, no se combina con el amor, la gratitud y las sonrisas. Es el punto de amor, gratitud y sonrisas, junto a la tristeza implícita del lastimar, lo que hace que se sienta ese sentimiento, pero no se olvida lo uno de lo otro, ni se mezclan para hallar puntos intermedios.
La lástima del lastimar me quita las ganas de vivir. Le quita la fuerza a mis decisiones. Si te lastima quien te estima, el trance de no saber qué hacer con lo que has planeado, más que al desespero te lleva a la desdicha y a los sentimientos grises.
Quiero sentirme así. Ya qué más da. Hasta el cariño de un animal me basta para respirar, no se puede querer mucho cuando todo lo que vendrá lo hará impuro. Quizás es por eso mismo que los prefijos in y a empiezan a rondar entre las frustraciones y las mentes contaminadas.
La lástima mayor es dejar con eso que lastima planes pendientes, bajar más las revoluciones, y descompensar lo que eso pueda mal influir en lo dicho y esperado. Aún quedan días por venir, y ultimar aquello que me ha hecho sentir vivo.