Recuerdo que mientras me desarmaba entre las manos de los juegos online de facebook pude ir haciendo amistades de gran valor. Por eso no permito que critiquen la conexión de la conexión entre dos personas de lugares distintos, como forma anormal de relacionarse, las redes hoy unen más que lo que separan, estar en una pantalla sólo es estar planeando nuestro actuar, no vivir por "pantallar" (con amplias excepciones)
Entre esas amistades está la de Cris, una nena de México, caparrita, risueña, de bonitos ojos y de un aire místico increíble... de esas que mientras hablas de pendejadas como el intercambio de objetos en el juego te entretiene. De ella aprendí muchas cosas, resalto la música tan buena que compartía y el cine que tantas veces pudimos ver uno tras el otro por la pantalla... esas cosas permanecerán en la memoria sin el olvido de las trivialidades que puede uno tropezarse en la red.
Muchas de las cosas que siempre siento en una amistad auténtica es el poder volver alguna vez con una cara amable y un interés puro en lo que al otro le sucede. Venir sin explicaciones a dar un abrazo como si el tiempo, altercados u omisiones no hubieran pasado, porque la constante es el cariño... y en el cariño las palabras sobran.
Sin embargo, llega un punto donde la amplitud de la distancia se hace tan evidente que sobran tantas palabras que no sabes que decir, todo se vuelve obvio como una película que raya en lo obsceno y es allí cuando renuncio. Quizás está mal, lo admito, pero si no hay sonrisas, todo puede ser renunciable.