Con todas la euforia contenida, tratando vanamente de no mostrar el apabullante interés, y quizás dejando de lado los comentarios como "eso ahora no es importante"... decidí reorganizar la gran cantidad de libros de mi padre.
La excusa era obvia, todo estaba revuelto por un traslado, y se necesitaba una mano... pero en el fondo el querer retomar la lectura formal era lo que me llevó allí.
Tengo que reconocer que los primeros que saqué fueron los de Quino sobre Mafalda y de Arango sobre Nadaísmo, pero ese vacío por los grandes, desde Kafta hasta Balzac me sumergieron en unos más.
... y terminé, mientras clasificaba los poemas, cuentos y novelas, por echarle una hojeada a cada uno, para, sin importar cuantos más tuviera, aumentar la pila.
Por ello, y para sorpresa encontré a un autor del pueblo, Pedro Conrado Cúdriz, con un librito de apenas 70 páginas, de unos 10 x 15 calculo..., interesantísimo no más. No era de poemas no, ni de cuentos del pueblo o agobiantes relatos históricos, era simplemente un libro de frases, de ideas, de millones de pensamientos que me dejaron alegremente anonadado.
No se trata de insinuar que la lectura de pequeñas cosas sea la que más me agrade, pero cuando te encuentras con algo nuevo que hace eco en lo que siempre has sido o en las ideas que has tenido, no se puede dejar de sentir fascinación.
A Conrado ni me pasaba por la mente que le había visto antes, entre las reuniones ocasional con encuentro de amigos que alguna vez mi padre me había haber llevado... y en mi cabeza retumbaba el desconcierto de cuantos más había pasado por alto y cuantas charlas interesantes me había perdido por el absorto infantilísmo.
El libro se titula, Las emboscadas de los Silogismos, y aunque apenas lo empiezo, no puedo dejar de compartirles frases como estas:
Mi vida: incógnita suficiente.
Me gustaría morir de una decepción.
Dios es una idea frívola.
Escribo simplemente para evitar el desastre interior.
Los adjetivos asesinan al hombre.
Vivir: concentración de un susto.
Un orgasmo, un segundo de placer, a veces un siglo de sufrimientos.
Con todo esto sólo me queda decirles que, a veces surrealista, la felicidad se encuentra en las cosas más pequeñas.
La excusa era obvia, todo estaba revuelto por un traslado, y se necesitaba una mano... pero en el fondo el querer retomar la lectura formal era lo que me llevó allí.
Tengo que reconocer que los primeros que saqué fueron los de Quino sobre Mafalda y de Arango sobre Nadaísmo, pero ese vacío por los grandes, desde Kafta hasta Balzac me sumergieron en unos más.
... y terminé, mientras clasificaba los poemas, cuentos y novelas, por echarle una hojeada a cada uno, para, sin importar cuantos más tuviera, aumentar la pila.
Por ello, y para sorpresa encontré a un autor del pueblo, Pedro Conrado Cúdriz, con un librito de apenas 70 páginas, de unos 10 x 15 calculo..., interesantísimo no más. No era de poemas no, ni de cuentos del pueblo o agobiantes relatos históricos, era simplemente un libro de frases, de ideas, de millones de pensamientos que me dejaron alegremente anonadado.
No se trata de insinuar que la lectura de pequeñas cosas sea la que más me agrade, pero cuando te encuentras con algo nuevo que hace eco en lo que siempre has sido o en las ideas que has tenido, no se puede dejar de sentir fascinación.
A Conrado ni me pasaba por la mente que le había visto antes, entre las reuniones ocasional con encuentro de amigos que alguna vez mi padre me había haber llevado... y en mi cabeza retumbaba el desconcierto de cuantos más había pasado por alto y cuantas charlas interesantes me había perdido por el absorto infantilísmo.
El libro se titula, Las emboscadas de los Silogismos, y aunque apenas lo empiezo, no puedo dejar de compartirles frases como estas:
Mi vida: incógnita suficiente.
Me gustaría morir de una decepción.
Dios es una idea frívola.
Escribo simplemente para evitar el desastre interior.
Los adjetivos asesinan al hombre.
Vivir: concentración de un susto.
Un orgasmo, un segundo de placer, a veces un siglo de sufrimientos.
Con todo esto sólo me queda decirles que, a veces surrealista, la felicidad se encuentra en las cosas más pequeñas.
