El tiempo es muchas veces el único maestro que tenemos.

Con él cultivamos la paciencia, la constancia, la confianza y aprendemos si queremos de verdad...
Aumentamos el factor sorpresa y manipulamos la ansiedad.

Sin embargo, el tiempo es sabio, y en sus momentos de locura, los mismos momentos en los que no esperamos nada, en los que dejamos de buscar y explorar, nos da alegrías expresadas en cosas, personas y vivencias...

Todas ellas se convierten en lecciones, en tareas complicadas con cómplices, en deseos por los que toca arriesgarse... en fuentes de las que aprender... aprender todo!, desde como sortear obstáculos, hasta como se puede saborear mejor una bebida... desde cómo expresar los sentimientos, hasta cómo evitar romper los recuerdos... desde burlarse de lo que no fue, hasta esperar lo que vendrá y será mejor... desde cómo abrazar la vida, hasta como besarla lentamente...


En la vida hay que agradecer al tiempo por darnos esos maestros, y a esos maestros por darnos su tiempo... y, aunque ya parezca repetitivo que lo diga, hay que agradecer más a los que musicalizan nuestra vida, con gestos, con roces, con silencios y con palabras.

Aprendiendo... porque soy inmensamente pequeño.

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