Mary Duica
Santa Marta, Colombia.
Sin título
Nos sentimos morir cuando perdemos un amor, nos sentimos desfallecer cuando se nos va un ser querido, quisiéramos desaparecer cuando la vida nos maltrata, no queremos apartarnos de los que amamos, no queremos soltar lo que poseemos… pero hay que hacerlo, hay que soltar y hay que cambiar y a pesar de todo, sin saber cómo seguimos andando, seguimos los pasos de la vida, sin ganas quizás, sin deseos… pero seguimos, algo nos empuja a seguir y en ese caminar reencontramos nuevas ilusiones, nuevos amores, se presentan nuevos deseos, nuevas vivencias y la vida nos ofrece nuevos seres a los que conocer y amar y en todo ese ir y venir de acontecimientos, de cambios, de trasiego algo sigue estando siempre ahí, algo hay que nunca nos abandona, algo que nunca nos deja, algo que siempre está presente… es nuestro ser, nuestra intimidad, nuestro sentir, nuestro ruido, nuestra alma y nuestra más bella compañía desde el día en que fuimos arrojados al mundo: nuestra vida.
Yo soy
Hay algo fundamental, básico, inherente, propio, singular en cada ser humano y es el YO. El YO que SOY.
La parte primordial, básica y más elemental es saberse uno mismo. Saber que su lugar en el mundo no depende tanto de las facilidades o precariedades que el entorno y los miembros más cercanos ejercen o disponen en él, para él y sobre él -que sí merecen y tienen su importancia- sino responder, sentir y vivir esa influencia en función de lo que uno es y hasta donde uno se conoce. Soy un YO y como tal poseo un centro, un eje propio que es el que debo indagar, conocer y familiarizarme con él. Ese conocerse, ese saberse, permite ser y responder desde ese receptor principal que YO soy y que YO conozco.
El YO de cada uno es la existencia de cada ser, es el saberse de cada uno y en la medida de lo posible debería conocer ese ente propio que me caracteriza, que me compone como ser singular, que posee unas características propias y unas peculiaridades que me distinguen de cualquier otro. Conocer ese Yo, no tanto en el sentido del lugar que ocupo a nivel familiar y laboral, ni tampoco desde la posición que pueda tener en la sociedad, el poder adquisitivo del que dispongo… no son tanto los espacios exteriores los primordiales como ese conocimiento interior, esa base sobre la cual se sustenta y recae todo lo demás.
Hay personas que viven siempre queriendo agradar a los demás, intentando llegar allí donde los demás están, desear lo que los otros tienen, caminando siempre hacia una búsqueda, una búsqueda que no nace de uno mismo, que no es la propia, que no es la mía, sino el reflejo del otro, de otra vida, de una sociedad que nos dirige, soy reflejo de una meta que es ajena, pero lo hacemos propio porque no nos conocemos, no nos vemos como realmente somos, no sabemos lo que queremos, deseamos o aspiramos, no hemos estudiado el conocimiento de nuestro yo, de lo que yo soy, no nos sabemos de forma consciente, de forma propia y por eso nos dejamos llevar.
Saberse uno a si mismo, es conocer su esqueleto, su estructura, sus fundamentos y ver en que medida el exterior nos afecta, saber la influencia que ese exterior ejerce en y sobre nosotros. Nuestra respuesta, nuestra expresión ha de surgir de un interior mínimamente estable, de un conocimiento lo más cercano posible, lo más real que podamos. Si ese centro, si ese eje está descentrado, es desconocido, cuando lo del entorno falla, cambia o varía, nuestro yo pierde su poca consistencia, su mínima estabilidad, se desequilibra y se resiente de tal forma, que entonces perdemos nuestro propio rumbo, nuestro sentido de ser.
Todos sabemos que eso es realmente complejo porque las influencias exteriores y las incursiones ajenas son infinitas, pero acercarnos al Yo que soy da seguridad y aminora muchas de las experiencias y altercados de la vida, el darnos cuenta que ciertas situaciones nos afectan profundamente no significa que las aislemos sino que sepamos hallar otra forma de vivirlas, de entenderlas o de verlas. Saber que ciertos ambientes nos deprimen o ciertas personas nos alteran, podemos intentar evitarlas o simplemente al detectar su cercanía probar de afrontarlo con otra actitud… Conocer esas características propias evita posibles bandazos que ahora nos hunden y nos abisman cuando lo de fuera ejerce su influencia incontrolada en nosotros.
Si uno tiene el máximo conocimiento de si mismo, sabe cuales son sus puntos débiles, sabe cuando puede permanecer en una situación sin que sus fundamentos se derrumben o cuando debe alejarse porque el derrumbe le puede arrasar también.
Conocer mi YO no es imponer, no es abusar, no es forzar… es hallar la armonía de mi lugar en el mundo y con el mundo.